Thursday, April 26, 2007

De Laurentiis: El productor de las galaxias (I)


Momento? 1976
Lugar? Una galaxia muy lejana donde la profesión menos rentable es la de afilador.

El propietario del rancho skywalker pulveriza las taquillas y las mentes de margarita de los espectadores con una película en la que la funcionalidad destroza de un plumazo la implausabilidad habitual de la ciencia ficción de aquel momento. Para ello se limita a sablear las películas de la segunda guerra mundial sustituyendo la parafernalia nazi por la Imperial y rodando los combates aéreos con fondo negro. Un par de toques místicos aquí y allí, ausencia de connotaciones sexuales y unos protagonistas sacados de una película de instituto (el buen chico, el malo y la niña pija) completan la receta.

En 1980, el propietario del rancho skywalker repite la jugada (esta vez solo como productor) añadiendo un conflicto generacional sacado del Hola, un tahúr con chaleco para atraer a las minorías étnicas reticentes y un final de continuara propio de un episodio de LOST.

Dino de Laurentiis, que había perdido el tren de la primera entrega, decide contraprogramar con lo que espera que sea su propia franquicia espacial.

Para ello contrata al siempre sólido Mike Hodges (Get Carter, El hombre terminal) y crea el segundo mejor y mas apasionante despropósito de la historia del cine de ciencia ficcion: Flash Gordon.

Quien mejor que un actor de saldo con jeta de estrella del porno en horas bajas (Sam Jones) para interpretar a Flash Gordon. Max Von Sydow, a años luz del planeta Bergman, se trasviste de un Ming con problemas de priapismo. Ornella Muti hace de dama, dama de alta cuna y de baja cama, paseando su entrepierna por los planetas que hagan falta. Para completar el reparto, Topor y el James Bond mas peregrino: Timothy Dalton.
Una estética barroca e imposible hecha con lava-lamps, ciudades voladoras, rayos dorados, los trajes mas ceñidos de la historia de la sci-fi y la canción que hubiera podido ser el hit de la década completan el conjunto.

Con todos estos elementos construye una space-opera que no se toma en serio a si misma y que permite al espectador disfrutar de ese ambiente de viaje de fin de curso que empapa la película.

La doble lectura sexual del film culmina con la penetración literal de Ming por Flash Gordon.

Aquí no hay aparatosos imperios inexplicables ni rebeldes con cara de chipirón ni planetas de ositos de peluche clamando por la independencia. En cambio la dosis de cuero, licra y latex ajustado es mas que generosa. Haciendo juego con el atuendo, no hay leit-motiv que no sea sexual. Bueno, quizás Flash sea la excepción pero como es bueno, rubio y americano puede darse al picoteo lubrico mientras atiende su objetivo principal: salvar la tierra.

La idiosincrasia claramente sexual de este film se podría explicar por el único gran éxito previo de De Laurentiis en el genero fantástico: Barbarella.

Basado en el comic homónimo de Jean-Claude Forest e interpretado por la entonces aterciopelada Jane Fonda, narraba las singulares aventuras sexuales de una amazona intergaláctica a la búsqueda del genio Duran Duran.

Escenarios recargados, estética camp a raudales y la presencia exuberante de Fonda habían redundado en un generoso éxito en las taquillas.

Reformulando la formula sexo & sci-fi, De Laurentiis esperaba conseguir la alternativa al universo Lucas.
Sin embargo Flash Gordon fue un fracaso de critica y publico que jamás dio pie a la esperada secuela.

Pero no adelantemos acontecimientos. Pese a los sin sabores comerciales, De Laurentiis no se rinde…

(continuara …)

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